ACTIVIDAD PARA LA PRÓXIMA CLASE:
Puntos del trabajo y ejemplos
Generalidades sobre las normas APA:
https://drive.google.com/file/d/0BxqBXNLZ_jzNcEFxbUNFRjNoT0k/edit?usp=sharing
Instrucciones para insertar citas Apa en word:
http://www.youtube.com/watch?v=pDj5_SW9f6I
Plantilla para ceñirse a las normas de presentación APA
https://drive.google.com/file/d/0BxqBXNLZ_jzNem1vUHFBc3M3Z2M/edit?usp=sharing
Resumen de las normas APA Sexta Edición:
https://drive.google.com/file/d/0BxqBXNLZ_jzNaDBqaVhtNUNKc0E/edit?usp=sharing
La pequeña obra de don Jesús narra las aventuras de
Simón Pérez, desertor de uno de los ejércitos en contienda en la guerra civil de
1885 y quién, en compañía de un soldado boyacense, se internó en las selvas del
bajo Cauca en busca de una mina de oro que estaba montando el Conde de Nadal a
orillas del río Nus. A pesar de su total ignorancia en el oficio, Simón se hizo
pasar por experto aserrador y a punto de trovas, cuentos, embustes y brebajes,
obnubiló a la familia del Conde y pasó dos años a cuerpo de rey en la mina,
mientras por ingenuo y crédulo “aquel pobre indio de Boyacá se murió de
hambre... sin llegar a ser aserrador”.
Fuera de sus valores literarios,
en el imaginario colectivo el cuento representa el arquetipo del antioqueño:
recursivo, atrevido, chacharachero, audaz. Hay una palabra que agrupa con
precisión todos estas características: el avispado.
El pueblo antioqueño
creó el culto al avispado. El avispado tiene profunda confianza en sí mismo, por
tanto no requiere de preparación, dado que su astucia natural le permite salir
triunfante en todas las situaciones. El avispado no prevé las situaciones, las
resuelve en cada momento gracias a su viveza. El avispado no hace empresas, hace
negocios. Para el avispado la mejor universidad es la calle y la vida. El
avispado no cree en el esfuerzo pues sabe como se la gana de ojo. El avispado no
conversa sino que se come de cuento a la gente. El avispado es cañero,
fafarachero, lanza, espuelón, fregao y ventajoso, tiene agallas y se lleva a
todo el mundo por delante. El avispado se ufana: “Yo no lo tumbé, el se cayó
sólo”. Para el avispado no hay mayor triunfo que sacar ventaja en cada
negocio.
Es muy simbólico el léxico utilizado por el habla popular para
exaltar la figura del avispado, por lo general asociado con la fauna predadora.
Para destacar a alguien nos referimos a él como una fiera, un tigre, un águila,
una culebra. Por el contrario, la víctima del avispado se asocia con la flora:
una papa, un aguacate, un arracacho, una torta. Claro que no faltan los
elementos faunísticos como el marrano y el burro o cierto órgano masculino que
no es prudente mencionar en este respetable auditorio.
En fin, es el
imaginario popular de una sociedad que le confirió mas valor a la intuición que
al conocimiento, a la improvisación que a la planeación. Ya desde la escuela se
desprestigia el saber. No hay mayor ofensa para un escolar que se le tilde de
Nerd. En reciente estudio sobre el parlache, el lenguaje de las tribus urbanas
de Medellín, los Nerds son definidos como “Los inteligentes del salón, usan
gafas y visten raro”. -vestir raro es usar ropa común y corriente- Es el término
que reemplaza al sapo, al mamasanto, al lambón de otras épocas.
El
avispado tiene profunda confianza en si mismo, no tiene dudas. Tiene respuestas
para todo pero hace muy pocas preguntas. Ya Estanislao Zuleta nos había revelado
que la ignorancia no es un estado de vacío sino de llenura. Por el contrario, el
conocimiento es un salto al vacío. El científico tiene mas preguntas que
respuestas. Cada logro de la ciencia no es un punto de llegada sino el lugar
donde surgen las nuevos interrogantes. “Sólo sé que nada sé” decía Sócrates con
humildad. “Yo me las sé todas” farfulla con arrogancia el avispado.
El
avispado está conforme con el mundo mientras no le afecte su estatus. Por el
contrario, el arte y la ciencia nacen de la inconformidad. Aquel que está
insatisfecho con el mundo decide reinterpretarlo o recrearlo El espíritu crítico
permite que la humanidad avance. Por eso la Universidad no puede perder jamás el
espíritu de indagación. La Universidad, en síntesis, es la ventana por la cual
nos asomamos a indagar el Universo, a extraerle con cuentagotas sus arcanos
secretos, sus leyes mas profundas. Una Universidad abierta al mundo como
acertadamente se reconoce EAFIT.
Una política educativa centrada en la
calidad y la cobertura es una política trunca. Ya sabemos que la educación no es
sólo responsabilidad del sistema educativo sino que es un proceso complejo en el
cual convergen todos los estamentos sociales. Para tener una sociedad educada se
requiere primero una sociedad educadora. Y el primer papel de esa sociedad es
crear el ambiente propicio para que florezca el conocimiento. Una sociedad que
valore al científico, al intelectual, al artista, por encima del avispado. Una
sociedad donde el saber y el conocimiento sean un deleite, una aventura
apasionante y no una fuente de tortura y padecimiento como ocurre hoy en nuestra
educación básica.
Nos sentimos orgullosos de vivir en un país con la mayor
biodiversidad del planeta tierra, es decir el mayor banco genético de la
humanidad. Pero hoy no importa tanto la biodiversidad, que es un fenómeno
natural, sino el saber sobre esa biodiversidad que es un hecho cultural. Ese
saber se encuentra en otras latitudes. Es como si poseyéramos una gran riqueza
depositada en el banco, pero la clave para extraer el dinero la tiene
otro.
Hace ya varios años el economista brasileño Celso Hurtado preveía
que en el siglo XXI existirían dos tipos de países: Unos que enriquecerían al
patrimonio común de la humanidad a través de su creación e innovación y otros
que se deberían resignar al papel de simples receptores de bienes y
conocimientos emanados en otras esferas. Según las decisiones que hoy tomemos,
las próximas generaciones estarán ubicadas en una de las dos orillas: en la de
la creación o en la del simple consumo.
El actual modelo de desarrollo
tiene como principales indicadores las variables positivas o negativas del PIB.
A pesar de que estos indicadores tienden a ser optimistas, en materia de
conocimiento los datos son desalentadores. América Latina aporta el 1% del total
de científicos del mundo y Colombia contribuye con el 1% del total de América
Latina. Es decir, en materia de conocimiento aportamos a la humanidad el 1% del
1%. Un verdadero y real Producto Interno Bruto. Y eso que somos tan avispados.
Otro dato que nos retrata: en los productos que conforman la canasta familiar no
figuran los libros pero si las fotocopias.
Pero es que también terminamos
de estudiar. Al finalizar la llamada moratoria social, en la cual al joven se le
excusa de trabajar para que dedique ese tiempo a su formación, se considera que
termina de estudiar al culminar sus ciclos académicos. Puede que ese concepto
hubiera tenido validez hace unas décadas cuando los cambios tecnológicos eran
lentos, las transformaciones del entorno pausadas y los conocimientos y las
destrezas adquiridas en el período universitario tenían vigencia por el resto de
la vida. Pero hoy, con el vértigo del mundo conectado en línea en tiempo real,
con asombrosos avances que a duras penas nos permiten asimilarlos, terminar de
estudiar constituye un suicidio intelectual y social. Por ello, el sistema
educativo, fuera de la transmisión de conocimientos básicos y de formar en las
destrezas propias para ingresar al mundo laboral, debe sembrar el ansia de saber
y la curiosidad permanente, acompañadas de las herramientas metodológicas que
permitan que la indagación tenga un sentido y sea eficaz y pertinente.
En
la última edición del diccionario portugués encontré la poética y muy brasileña
definición de la palabra saudade: “Sentimiento mas o menos melancólico de
incompletud” Retomo ese concepto de incompletud para aplicarlo al hombre
contemporáneo: que incompleto es aquel que se da por satisfecho con lo
aprendido, que incompleto el que ha perdido la capacidad de asombro ante las
propuestas del arte y la poesía; que incompleto aquel que no se interroga ante
los asombrosos descubrimientos de la ciencia. Vano fue su paso por la
vida.
Quiero concluir con un agradecimiento al Señor Rector y a las
Directivas de la Universidad por haberme concedido el honor de dirigir estas
palabras y a ustedes por la paciencia de escucharlas. Hoy se despiden de su
Universidad, pero por favor, nunca dejen de estudiar. Y una última
recomendación: Desconfiad del avispado.